Todos somos Hamlet

Fase 1 Todo tiene un principio

El día número 39 me desperté sobresaltada, una parte de mí había decidido amotinarse deliberadamente en mi contra. Exigía mi inmediata rendición amenazando con posibles ataques terroristas.
Busqué a la /él líder de la sublevación y le propuse recapacitar su exigencia. Después de todo era sólo un pequeño grupo de inadaptados que de ninguna manera podía resultar una amenaza para mí. Pero me encontré con que mí respuesta fue negativa.

Fase 2 Dominación
No podemos hablar de una victoria inmediata pero paulatinamente mis fuerzas minoritarias fueron avanzando sobre mí. Me sentía Hamlet. Plagada de dilemas existenciales, dos fuerzas se oponían en mi interior confundiéndome, asustándome.
El afuera era para mí un mundo lejano y desconectado. Me sentía flotando en una especie de sustancia desconocida. Los sonidos me aturdían. El eco de dos tambores de guerra estallaba en mis oídos.
Para la noche descubrí horrorizada que las fuerzas de mi hemisferio derecho se habían unido al comando enemigo. Con mis tropas divididas sabía que no iba a poder resistir mucho. A la medianoche el pánico comenzó a dominarme y para la madrugada ya sabía yo que solo un milagro podría salvarme.

Fase 3 la revolución
Y el milagro ocurrió. Miembros del ejército revolucionario incentivados por el espíritu de la revolución comenzaron a cuestionar a los líderes de las tropas. Pronto se produjo un motín, las tropas se dividieron y apareció un nuevo ejército. Este motín fue el primero de muchos 5, 20, 100 revoluciones estallaban en mi cuerpo. El estallido era tan grande que pronto los ejércitos comenzaron a olvidarse de mí. Y yo me quedé silenciosa en un rincón de mi viéndolos pelearse.
Con el tiempo los enfrentamientos se volvieron cotidianos y empezarona surgir asentamientos y pequeños poblados en torno a las trincheras. Apareció una escuela , un hospital y esas pequeñas ciudades comenzaron a crecer. Durante un tiempo la guerra disminuyó su intensidad.
Las ciudades ,convertidas ahora en grandes metrópolis, tuvieron nombre ,leyes y su propia organización. Atrás de todo, de la historia y del mundo, los dos tambores de guerra seguían sonando, uno lejano y envolvente, el otro me sacudía desde las costillas.

Fase 4 la crisálida
Una mañana sin haberlo planeado yo de manera alguna, sucedió lo inexplicable. Los asentamientos aburguesados y esquematizados comenzaron a revelarse, todos juntos y sin concesiones. Mis fuerzas , que a esta altura ya habían sido completamente reducidas y diezmadas, no podían hacer mucho. Intenté, no obstante, oponer resistencia. La presión era cada vez mayor. Cuando no pude más me dejé salir por ese estrecho túnel hacia esa luz que me encegueció.
Me retorcía y lloraba. Intentaba frenarlos pero era inútil. Gritaba con todas mis fuerzas y nadie parecía inmutarse. De pronto uno de los tambores desapareció y me sentí perdida. Enormes brazos me estrujaban y me golpeaban. Yo ya no podía escuchar nada. Finalmente me depositaron en un cuadrado blanco con una cintita en el pie.
Sólo cuando todos se fueron logré tranquilizarme. Sola yo, mi respiración y ese tambor suavecito que galopaba en mi pecho.