11.9.05

Esta tarde

No sabiendo si moriré mañana u hoy, quizás ambos días.
Es que miro la prisión de tus palabras.
Y no quiero morir. No ésta tarde. No porque el día esté particularmente soleado. O la vida haya amanecido más alegre esta mañana, o el mundo me haya prometido inmensos tesoros para la noche. Es que soy víctima de una obstinación absurda.¿será que siempre hablaremos de lo mismo?
No quiero morir esta tarde. No te enojes. No puedo. Si me llamas mañana prometo intentar morirme…bueno en realidad no lo prometo, y es que, en la soledad y embriaguez de mis pensamientos, nada es árido, nada es ajeno.
Y no quiero morir cuando me paro frente al pozo, ni cuando salto, ni cuando me estrello. Ni cuando nazco. Ni cuando quiero morir (a veces yo también tengo secretos).
Y quizás me hacen falta las palabras para que este abismo se vuelva hermoso. Para que mi prisión (puerta) vuele como una bandada de pájaros hacia el oeste. Para que desde lo árido que me rodea pueda descubrir el placer de negarme mi propio balde. De encerrarme como a un personaje triste, de ganarme a mi misma aunque sea aquí. Aunque sea un rato.
Probablemente me falte mundo para creer en las tristezas. O vejez para dejar de extrañarme.
Quizás entre esa mezcla de falta de aridez y abismo, de hermosura de la tarde y tristeza, en ese vacío de ruinas en que la guadaña y la sangre no me importan, es que nazco.
Ahora lo sabes… no pienso morir esta tarde, así que deja de llorar, promete no empujarme y caminemos.

3 Comments:

Blogger -daniel dijo...

Esto lo fue todo. Tal vez tú no encuentres la muerte a donde vas, pero a mí me acosa como una mano fría sobre el cuello. No puedo caminar contigo por la sencilla razón de que no quiero ni intentaré moverme. Tal vez no hayas entendido algo: para mí el mundo estaba lleno de espadas. Llegar aquí, cambiarlas por guadañas con las que segar el trigo de una tranquilidad totalmente falaz no sirve más que para encontrar palabras como las tuyas esta tarde. ya, dirás que es lo de siempre, dirás que yo no sé cómo demonios terminar de tratarte, que no puedo verte a los ojos sin pensar en lanzarte a un pozo, en lanzarme yo, en ser el que una vez fui y tú no conociste. Y ahí es donde ninguno aprecia la ironía. Tú pudiste ser el agua detrás de esa esperanza que no adiviné nunca, tú pudiste ser quien caminara conmigo por ese campo que es, como dices una prisión de palabras. Pero ni yo me puedo perdonar ni tú sabes tampoco qué hacer conmigo. Todo sería mucho más fácil si me odiaras, todo sería mucho más fácil si supieras que ese personaje vaga por el mundo desde mucho antes de que se me ocurriera darte una respuesta. Que nada tiene que ver contigo y por eso lo tiene que ver todo. pero en vez de eso sigues dándome la espalda, sigues probándome lo que quiero ver y yo no sé si soy peor persona de lo que pensaba o si tú tenías razón, si mis maestros tenían razón, si todos los demás tenían razón y sólo el aislamiento lo procura a uno invulnerable.

Déjame en mi páramo, déjame en mi locura, déjame en mi acercarme cada día un poco más a la ventana de este edificio que no me atrevo a llamar casa. Déjame morir en mi libertad, en mi historia, en mi propia forma de jugar a la vida. Vete con tus recuerdos de ceniza, vete a donde no encuentres más tormentas, busca la paz y sé lo que quieras, pero no esperes que te siga. Camina tú, camina tú mientras yo me ocupo de morir.

Y es que te equivocas al adjudicarte la ventaja del tiempo. Mientras tú andas por tu vida, yo he transitado por la de todos los fantasmas que me acosan, y he vivido atento. Es tu propio pensamiento errado el no saber la edad que evoca la obsolescencia, es un error mío que no me importe en absoluto. Es un error tuyo anclar en esa insignificancia de las percepciones, pero es parte del mío el pretender que me lo creas. Eso es lo que sabe ser nuestra historia equivocada. Tú me exiges que no llore y yo olvidé hace una vida lo que significa derramar una lágrima. Tú me pides que no te deje morir y yo mato porque es la única manera de exigir la misma retribución a cambio. Tú quieres conocer la identidad de mis perseguidores y yo pugno para desaparecerla de este mundo. Tú temes porque me crees en peligro y yo peligro por lo que tú crees…

Somos eso, Rocío, somos una mezcla de errores en el paralaje de nuestras estrellas. Porque no eres tú aquél condenado a segar hasta descubrir la muerte. Aquél derecho se reserva para mí. Y cuando sea el tiempo de que ese día sea ambos días y no haya escapatoria, ya tú estarás muy lejos. Te mereces el vuelo de esas aves, aquella escena tal vez sí fue para ti. Pero pasa por alto a ese insignificante, pasa por alto el campo, el trigal, el sol que quema demasiado, el pozo demasiado oscuro para descifrarlo, el balde que nadie tomará ya nunca. Omite a ese escritor que trató de darse a sí mismo una esperanza sólo para descubrir que aún de haberse aferrado a ella hubiera terminado perdiendo la guerra contra sí mismo.

Así como lo que yo busqué en ti pertenece a otro tiempo, lo que buscas tú en mí murió hace mucho. El segador no soportará porque no porta más una espada. El que buscó la paz encontró en ella la muerte, mientras el asesino, el que no dudó en enfrentar un cuello desnudo con la más absoluta indiferencia, él persiste, camina, no se abandona ni se para a ver las aves que son tú, no se para a ver ya a nadie. Anda con él si quieres, ódialo, admíralo, haz lo que desees. Pero tú sabes que un día oirás el último silencio que me queda, que mis letras dejarán de contarte todos los días alguna insignificancia. Y entonces sabrás, Rocío, entonces sabrás que el día llegó y que tú, en tu afán de caminar, olvidaste lo hermoso de ser capaz de doblegar una tormenta. Yo habré muerto en ella, y tú ya ni siquiera recordarás el nombre del fantasma que te pide que te alejes para soñar con que no lo hagas nunca.

Y así como no sé qué significa todo esto, así como no termino de comprenderme, de comprenderte, de maldecir todos los vientos que me trajeron a escribir esa historia que ha terminado siendo otro espejo de esta ciudad, también he terminado de descubrir que en ti, por mucho que lo intente, la respuesta es tan sencilla como el deber del segador. Y si algún día te apetece saberla, sólo tendrás que preguntar y no habrá más historias, ni más figuras ni espejos distorsionantes. No habrá digresiones, ni risas de distracción, ni cambios de tema que nos lleven a discutir sobre esas muertes compartidas. Pero también recuerda que una vez que hagas esa pregunta, tu promesa será la de marcharte con esa bandada y descubrir tu propio mundo; no mirar atrás, oír el grito así a lo lejos, saber que he muerto, no volverse, caminar, pensar en otra cosa, en otros ojos, en alguien que fugó por nuestra vida y que hemos terminado por olvidar...

5:13 a. m.  
Blogger Agustín dijo...

Qué lindo y qué bien escrito! te felicito por cómo te expresás de verdad

10:08 p. m.  
Anonymous Anónimo dijo...

mmm , no coments^^ , mi mente flashea.... o no ^^ , un beso nena , extraño nuestras charlas , beso

5:55 a. m.  

Publicar un comentario

<< Home