16.4.06

Advertencia para cualquier Basilisco


“en las sombras de las ruinas, naceran las larvas de la proxima revolución”

Hay historias que no son sencillas y no son sencillas porque simplemente no encuentran la manera de escapar de sí mismas. Historias callejones. Uno puede contarlas y contarlas sin sentir que eso permita encontrar una salida. Y los años pasan y uno sigue encontrándose frente a las mismas paredes.
Hoy trato de gritar, de gritar para adentro y despertarme. Tengo la ilusión de que quizás sea un sueño. Que siempre fue un sueño.
El basilisco me persigue, el basilisco me encuentra, me mata, tiene bronca contra mí.
Demasiadas noches desperté con el sudor frío del que desconoce si algo es sueño o realidad. Pero hoy cuando abrí los ojos empapada supe que era verdad, que había llegado el dia. Hay que tener el corazón de acero para comer con el Basilisco, todos lo días y no tener miedo, para tenerlo viviendo en la propia casa, para aceptar que otros quieran a ese monstruo.
Tiene la ventaja de los años. De haberme ganado cuando yo era una niña (acaso mi madre también) se quedó con mi casa, con mi familia. Lleva años haciendome una extraña en mi propia casa, y ahora sólo me queda pelearme con él en mis sueños hasta que me vaya, (para lo cuál no falta tanto, ni tan poco)
La música ayuda a tapar los gritos, la lucha es constante, no se detiene ni cuando me olvido.
Han pasado años y el sentimiento de tristeza fue cambiando gota a gota hacia un odio, que para mí es nuevo y asombroso.
Dejó de ser uno de esos monstruos innombrables, creo que yo dejé de ser una niña también.
Está furioso, lo sé. Hoy tiene razón, quise molestarlo.Tiene razón, pero nunca dirá nada. El basilisco no me habla.
Lo que no sabe es que uno sólo puede matar a alguien una vez. Allí está mi victoria. Tengo la libertad de ser un fantasma, la impunidad del que no tiene nada que perder. La demencia y tristeza que eso acompaña.
La tranquilidad de esperarlo agazapada en el callejón con un espejo.

6.4.06

Existen (en el hueco de tu espalda)

Anoche estaba buscándote. No me importaba la oscuridad porque podía sentirte muy cerca, tu piel contra mi piel, desnuda:mía.
Estaba buscándote y me perdí entre tu pierna y tu muslo, me gusta perderme ahí, entre rincones húmedos y callejones sin salida. Buscaba tu mano pero no estaba, y no había manera de encontrarla, mi mano la llamaba desesperadamente, apretaba tu piel llamándola hundiéndose en vos.
Disfrutaba buscándote, recorriendo los secretos de tu cuerpo; hasta de pronto en el hueco de tu espalda, allí donde la curva desciende hasta crear un arco perfecto, me encontré con una mano, una mano tranquila y agazapada, mano que supe de inmediato, por el olor, por la tranquilidad, por la forma de estar ahí esperando, que no era tu mano, y no tenía por qué cruzarse en mi camino, no era tu mano, no era mi mano ¿de quién demonios era esa mano que se encontraba ahí cómodamente instalada en el hueco de tu espalda? Y que por lo visto no tenía en absoluto intenciones de moverse, no parecía importale mi sorpresa, y encima jugaba, te llamaba, se creía dueña de tu espalda. Eso me indignó y comencé una lucha, sútil en principio, una pelea por el espacio de tu piel que podíamos tocar.
Y de pronto tu mano me encontró, me tomaste por sorpresa. Me buscaste ahí donde sabés que me estremezco sino me soltás, tu mano traidora me tenía agarrado, me di cuenta de inmediato que querías que me olvidara de la soledad y la pelea por tu espalda, tu mano me invitaba a la reconciliación y al olvido, me guiabas como lazarillo, me tenías atrapado.
Hasta que apareció la otra mano, fue demasiado para mi, ya no era una la mano en tu espalada sino dos y la pelea ya no era por ese pequeño hueco perfecto, ¡sino que era todo el territorio de cuerpo el que estaba en juego, ya que la impunidad con la que esas manos te recorrían era repulsiva!!. Esperaba que tu codo respondiera, que tu vientre, que tus piernas que tanto saben defenderte del dolor hicieran su parte, esperaba las detuvieras, que las hicieras marcharse, lejos de ese rincón tan exclusivo que tenía que ser sólo mío, que yo descubrí, que yo bauticé.
Y tu mano seguía buscándome, llenándome de calor y de humedad, quería ver, pero llegado el momento no quise verte así, tan ajena, tan distinta. Tan asquerosamente ausente de mí.
No pude más, alguien se rió, (deseé con todas mis fuerzas que no hubieras sido vos) traté de no decir nada, me mordí los labios para no decir nada. No era mi culpa, quise que lo supieras, no era mi culpa, esto nunca me pasa, es la primera vez. (hasta yo pude darme cuenta de lo tonto que sonaron mis palabras) No parecías muy preocupada, lo digo por las sombras, no te vi, no quise ver. Igual pude escucharte reir. No quise molestarte, me puse la ropa y salí. Sé que me llamaste. Pero no estoy con ánimo de encontrarte por ahora. Ni siquiera sola o de día. Mis manos te extrañen probablemente, al principio más que nada, es natural ya se me va a pasar.