22.8.06

El sillón-metáfora

"tu mirada se hundió en mi, y no supe que decir. Ultimamente me
cuesta usar las palabras de la manera adecuada"
Con el fin de facilitar la comprensión de este texto a los lectores inocentes, es necesario aclarar, que las palabras-sillón que éste material posee tan abundantemente serán los resortes adecuados para evadir cualquier pantano del discurso, serán los “boomerang” que una vez lanzados al aire iran y volverán sobre el sentido de cada frase.
Un sillón-metáfora (en este caso, primero sillón y luego metáfora) precisa ser ubicado en un generalmente en un espacio privado, lejos de sillones o de sillones.
En relación al tamaño es recomendable un modelo de, al menos, dos cuerpos puediendose complejizar la ecuación con uno de hasta tres, cuatro o cinco cuerpos.
El color, resulta indiferente, aunque el marrón es un color muy bonito.
Las manos de un sillón metáfora serán siempre sillón-espera-caricia-muslo con su imprescindible cierre sillón. Los grafemas encerrados en este recorrido-sillón, se verán obligados a un repentino apasionamiento inevitable (las manos también).
Las miradas-sillón serán esencialmente intensas y cuando el sillón se estremezca y lata más rápido, cuando el sillón sólo atine a buscar un rincón donde ningún sillón pueda encontrarlo, uno atinará a decir alguna frase-sillón y en cambio le saldrá un te quiero[1].
Entonces cerrará los ojos (llenos de silloncitos que nunca saldrán) y se prometerá salvar ese instante-sillón de la amnesia selectiva que uno domina tan perfectamente. Del resto no se puede prometer nada.
Del año-sillón sólo quedará el año.
Y los sillones pasarán, a veces serán metáfora o caricia por la espalda, a veces sólo serán una cosa acolchonada de cuatro patas en mitad de la habitación.

[1] Te quiero / te quiero-sillón: La particularidad del caso merece la aclaración. El grafema "sillón" pierde efecto metamorfoseante en esta frase. La figura retórica no se modifica, independientemente de la terminación "sillón", un te quiero-sillón será siempre un te quiero.

4.8.06

Entre expresiones explícitas

No exagero, me exalto cuando te siento un extraño y me veo como una extranjera en mi propio espacio.

Decís que extremo todo cuando te explico, cuando me extiendo.
Excusas sobran amor, exculpar al otro no es exactamente sencillo. Sé que nadie está exento de nada, pero exhibís una conducta-excremento, que me resulta definitivamente un exceso y yo tengo que explicarte que hay un punto exacto, si lo pasás no hay vuelta atrás.
Por eso, cuando te veo excarbar orillando el borde, me dan unas ganas de expatriarte de mi espacio, expedir las órdenes necesarias y exorcizarme de vos, antes de explotar y que ya no exista ni tiempo.
Espero puedas extraer de aquí lo importante y superar el extrañamiento.

Lo sé, demasiados ex.